El gualicho

- Güenas, Ña Naides. Dichosos los gojos que la ven.
- ¿Cómo estás, Tere? Hace rato que quería pasar a visitarte y no podía. Contame cómo te fue en el baile.
- Horripindoso, mire. Fíjese que se me aparició la Etelvina y me metía ponzoña: que el Neme la anda siguiendo y que le escribe pavada y no se cuántas cosas más.
- ¡Me imagino que no le habrás hecho caso! Si sabés que Nemesio te quiere a vos.
- Si, pero anda soñiando con ella. Dice que son pesadiyas pero yo no sé. ¿No me lo haberá engualichao al Neme?
- ¡Pero no, mujer! ¿Cómo vas a creer en esas cosas?
- Siiiiii. ¡Si son de endeveras! Hay una vieja en el pueblo qui hace trabajitos. Hay que yevarle una gayina y unos güevos frescos y santo remedio. Te cura el ojiado, el empacho, la culebriya y el mal de amores. Yo la yevé a la Inecita la otra vé, cuando si había peliado con el novio ese tololo que tenía.
- ¿Y qué pasó?
- Como pasar, no pasó nada, pero a la Inecita después de tré o cuatro meses se le jué el metejón.
- ¿Y vos decís que es por el “trabajito” de la vieja?
- Claro. En estas cosas hay que crier o reventar,
- Dejate de pavadas, Tere, y tenele más confianza a Nemesio, que te ha demostrado que te quiere mucho.
- Tá bien, Ña Naides. Le viá hacer caso.


Estos de la ciudad se creen muy vivos y no saben nada de nada. Yo la semana que viene me la via ir a ver a la Ñata, que haciendo gualichos e’ de lo mejorcito qui hay.

La pesadiya del Neme
me dejó bien priocupada.
No me gusta para nada
Que sueñe con la Etelvina
¿No será que esta cretina
Me lo tiene engualichao?
Si un yuyito le ha encajao
la Ñata me va a ayudar.
La via ir a visitar
para que me de una mano.